FUNDAMENTO
TEOLÓGICO DEL PROCESO DE CANONIZACIÓN
(El ejercicio
heroico de las virtudes)
SEMBLANZA ESPIRITUAL DE LA SIERVA DE DIOS SOR
LEONOR DE SANTA MARÍA OCAMPO
Encontramos en
sor Leonor, la serenidad de un alma segura de la eternidad, que traslada el
sentido de su vida más allá de lo terreno.
He aquí el realismo de las almas grandes: el
sentimiento íntimo y profundo de que han renacido del Espíritu Santo y todo lo
que obran en la sencillez de su vida, es
obrar divino.
Abunda ella
misma en testimonios que nos narran de su temprana vocación hacia la santidad.
Todo lo que nos cuenta demuestra igualmente que desde sus primeros años y más
aún, desde su nacimiento, fue la niña del Amor, del dolor y una hija predilecta
de la Virgen María. Fue ella la tierra fecunda donde el Sembrador introdujo la
semilla de la Gracia.
Conoció la dulzura de la proximidad divina
siendo pequeña, pues la oración comenzó muy temprano en su vida; al igual que
la inclinación a la soledad y al silencio, a la penitencia y a la
mortificación: sólo gustaba comer
verduras hervidas, con servicio de palo -y no de plata- y gustaba dormir recostada sobre unas monturas.
Siendo adolescente, jamás se resintió de los
malos tratos que continuamente, por espacio de cinco años, de sus primas
riojanas recibió. Dejó que el Señor la introdujera en los secretos de una noche
terrible, llena de obstáculos y pruebas. Jesús dio a gustar a esta alma
escogida, algo de su extrema agonía en el abandono divino del Gólgota...Son sus
más fieles amigos a quienes da a experimentar la suprema prueba del amor, como
ella misma lo relata.
Viviendo ya en
San Juan, puede decirse que su vida consistió como ella lo expresa, en prepararse
para la vida religiosa dominica que abrazaría más tarde. Se hizo libre de todo
lo terreno, se dio a la oración y sirvió
a Dios y a quienes la necesitaban. Se dedicó al servicio de enfermera,
atendiendo no sólo a los enfermos de su familia, sino a todo el que por uno u
otro motivo, conocía que la necesitaban.
Y supo descubrir no sólo las enfermedades del cuerpo, sino aprendió a
compadecerse de las del alma, procurando para ellas, el remedio de los
Sacramentos y preparándolas para la recepción de los mismos.
Lo más
importante de sor Leonor, es la relación que ella tenía con Dios. Una relación
que la convirtió en esposa, en amiga, en confidente de su Señor. Esto exigió de
ella una entrega incansable y una ilimitada disponibilidad, que la hizo salir
de su familia y de su ambiente, para entregarse de lleno a El, en medio de una
comunidad de consagradas. Supo hacer frente a todo lo que se oponía a su
vocación, para dar lugar a la verdadera vida del Espíritu. La Argentina de
aquellos tiempos era un campo de batalla, por
la organización nacional que comprometía los más altos valores sobre los
que está cimentada la patria. Y ella descendía, tanto de la rama materna como
paterna, de nobles linajes que protagonizaron algunos de los hechos relevantes
de ese entonces.
Se retiró a la
soledad del Monasterio "Santa Catalina de Siena", llamada
gratuitamente por una gracia peculiar del Espíritu Santo, para consagrarse a
Dios con oración asidua y generosa penitencia. Se ocultó en el amor de Dios,
mediante el recogimiento y la serenidad, para asegurar y facilitar el trato con
Dios en la oración.
En la soledad
y en el silencio, los hombres y mujeres participan de un modo especialísimo,
del misterio pascual del Redentor y El les revela sus secretos. Los monasterios
son lugares donde parece que el Cielo y la tierra se encuentran, donde por la
presencia de Jesucristo, el mundo se convierte de tierra árida, en un nuevo
paraíso.
En el abandono
confiado a la voluntad de Dios, murió a su propia voluntad: "Quien quiera
seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame". Se elevó sobre sí misma, llamó con su amor y su deseo a
las puertas del Crucificado por Amor, y saltaron torrentes de luz divina que la
hundieron en el Divino Corazón. Precisamente traspuso el umbral del Monasterio la víspera de la fiesta
del Sagrado Corazón, en el mes de junio de l868. En El bebió la gracia y el
sólido alimento de la humildad y de la
caridad, a imitación de Nuestro Padre Santo Domingo, que a todos llevaba en
el santuario de su compasión y fue un
eximio predicador de la Gracia.
Era tal la
felicidad que sentía al comenzar su vida religiosa, que se hizo más vivo en
ella el sentimiento de su propia indignidad, de su pobreza, de su nada...Ya que
todo era puro don de Dios. Enriquecida con la experiencia de su nada y de su
impotencia, llegó al verdadero conocimiento de ella misma y de la inmensa
grandeza y santidad de Dios. Así purificada, Dios la preparó
para su unión con El.
En un ámbito
propicio para darse a Dios, tuvo lugar la misteriosa y progresiva
transformación en esposa y en víctima de amor....
A Santo
Domingo Dios le había dado la gracia especial de comulgar con el sufrimiento de
sus prójimos. Se preguntaba: "¿Qué será de los pecadores?". Llevaba
sus desgracias en el santuario íntimo de su compasión y las lágrimas
manifestaban el ardor del sentimiento que devoraba su corazón. Pensaba que no
sería miembro verdadero de Cristo, hasta el día en que pudiera entregarse por
entero, con todas sus fuerzas, a ganar
el mundo para Dios.
La oración fue
en sor Leonor, un don de Dios que surgía de su comunión con El y con sus
hermanas. Vivía unida a Dios y por ello,
supo hacerse solidaria con la realidad de la gente de su tiempo y todas sus
necesidades, sus miserias y pecados,
asumiéndolos totalmente. Así, alabó a Dios e intercedió por todos sus hermanos.
Como toda monja, llevó en su corazón las angustias y dolores de todos los
hombres.
Orar por la humanidad, como Santo Domingo lo
hizo, fue dar la sangre de su corazón, gota a gota, durante toda su vida ...
Esta hija del gran Patriarca, oró dando su vida... En sor Leonor, Jesús y
Domingo intercedieron, rescataron y transfiguraron. Fue introducida en el misterio
de aquel diálogo inefable que se da en el seno de la Santísima Trinidad, por el
cual Jesucristo continuamente se comunica con el Padre Celestial, donándose
mutuamente en el Amor.
Como digna
hija de Santo Domingo, supo alimentar su oración contemplativa con el estudio y
la lectura asidua de la Palabra de Dios, a ejemplo de la Virgen María, ya que
estaba continuamente a la escucha de la Palabra, conservándola y meditándola en
su corazón.
La lectura de
la Palabra divina fue acompañada con oración contemplativa, porque como dice
San Agustín: “A Él le hablamos cuando oramos, a El escuchamos cuando leemos las
divinas enseñanzas”. Por el trato familiar con la Palabra, Dios proyectó la luz
de la sabiduría sobre su existencia, y pudo así sor Leonor reconocerlo a través
de todo lo cotidiano, que era para ella sendero hacia la eternidad.
Tanto más
perfecto fue su abandono en Dios, por cuanto más íntima fue la unión con su
Divino Esposo y más rica por ende, la participación en la vida del
Espíritu.
Siempre se la
veía feliz, hecha una pascua, relata una monja que dio testimonio de ella. Supo
encarnar el carisma dominicano, predicando la gracia con su vida. Era muy
hermanable, apta para la vida comunitaria y a ella se le pueden aplicar estos
versículos del Salmo 132: "Ved qué paz y qué alegría convivir los hermanos
unidos".
El amor de
Dios se deja percibir en el corazón de todo cristiano, pero encuentra una
particular resonancia en el corazón de una monja quien es en la Iglesia, la
consagrada al Amor. En efecto, en la mujer por su naturaleza, se representa de
una manera más clara el misterio de la Iglesia, esposa inmaculada del Cordero
inmaculado...Es propio de la mujer recibir la palabra; propio de nosotras es
estudiarla dentro de sí y hacerla fructificar de una manera viva, transparente
y peculiar. La mujer adulta, experimenta mejor lo que los otros necesitan y
siente sus necesidades; expresa más abiertamente la fidelidad de la Iglesia
hacia su Esposo y está dotada por Dios, de la capacidad de recibir los dones de
la maternidad y fecundidad espirituales.
El mensaje del amor de Dios se dejó oír en sor
Leonor de muchos modos. Las visiones, locuciones y profecías, fueron para ella
elementos secundarios y accidentales de su vida mística. Sólo eso.
Dotada de una
inteligencia intuitiva, capaz de captar las realidades de la fe y muy lúcida en
los caminos del Espíritu, advirtió el
peligro del engaño o al menos, de ser detenida en su unión con Dios, por dar
valor a tales cosas. Humilde y obediente, comunicó tales experiencias a sabios
confesores. A tales gracias extraordinarias, les seguían una tempestad de
sufrimientos. Eran avisos que la preparaban para abrazarse más estrechamente a
su Señor, hasta llegar con El a la cumbre del Gólgota, para ser corredentora
con su Esposo, el crucificado por Amor.
Supo asumir
todos los sacrificios de la vida religiosa y
sus propias limitaciones humanas, con realismo, equilibrio y madurez. Su alegría fue constante, porque
nada podía separarla del Amor de Dios, manifestado en Cristo el Señor, a quien
estaba adherida por la fe.
Dios fue
penetrando cada vez más íntimamente su corazón y todo su ser a lo largo de su vida, en la
sencillez de lo cotidiano, en medio de su peregrinar terreno, a través de los
diversos oficios que desempeñó, sirviendo a sus hermanas y especialmente,
practicando la caridad y todas las virtudes.
Fue tenida
como una monja más de la comunidad. Sumamente inteligente, supo pasar
inadvertida, buscando en todo lo que hacía, agradar a su Señor y darle gloria
sólo a El. Brotaron espontáneos sus
escritos, a pedido de uno de sus confesores. Con su estilo liso y llano, nos
deja contemplar cómo, al sentirse tan privilegiadamente amada por Dios, se
convierte El en el centro de su vida, en
la razón de su existencia, desde su más temprana edad.
Sor Leonor
hecha una con su Esposo, viviendo la vida del Espíritu en el abandono confiado
en los brazos del Padre, nos dejó en sus escritos su misma vida como ejemplo,
sin siquiera saberlo ni desearlo.
Es un
testimonio sencillo, sin adornos, basado en su experiencia de mujer consagrada
al Amor de un Dios que se da todo a quien desea recibirlo todo de El.
Se dejó hacer por Dios, permitió que
Dios fuese Dios en ella, según el estilo que Domingo quería para las monjas, sus hijas predilectas.