NOVENA A SANTA CATALINA
Día Segundo
La Maternidad espiritual
En los jardines del
Castel Sant` Angelo, junto al río, de pie de cara al vaticano, emerge la imagen
de Santa Catalina de Siena, como centinela de la Iglesia visible: no para
vigilar a los enemigos exteriores, sino a los de dentro, que son la
infidelidad, el desmayo, la transigencia con el mundo; para proteger a la
Iglesia de sus propios pecados.
Catalina recibió la
delicada misión de corregir a loa papas y a los sacerdotes, en momentos muy
difíciles.
Ella, como fiel hija
de Santo Domingo, se entregó a esta tarea, con el fin de lavar el rostro de la
Iglesia, por medio de su oración, lágrimas y penitencia; y también con su
palabra firme y penetrada de la doctrina del Evangelio.
Esa misma fidelidad
que guardaba a Cristo, también la guardaba la Papa, a quien llamaba “el dulce
Cristo en la tierra”. Vivió y sufrió, por el apartamiento del Papa de Roma, por
la degradación de las costumbres del Clero, la incesante discordia en las
ciudades italianas. Trabajó con toda su alma para que la santidad de los
sacerdotes resplandeciese.
Ofreció su vida por
la Madre Iglesia, lacerada por el cisma:
“Dígnate
Dios Eterno, aceptar el sacrificio de mi vida, por el Cuerpo místico de la
Iglesia. Toma mi corazón y exprímelo sobre el rostro de tu Esposa, La Iglesia”
OREMOS: Oh Dios, que hiciste de Santa
Catalina una fiel hija de la Iglesia, concede por su intercesión, que el Papa y
todos los obispos y sacerdotes vivan su ministerio con santidad de vida y de
doctrina. Te lo pedimos por el mismo Cristo, N. S.
Santa Catalina de Siena, Ruega por nosotros